Violencia
Después de hablar de la importancia de la prevención, la evitación y la cautela que hay que tener ante una posible situación adversa, de los riesgos de la huída y que la sumisión no es una opción, por lo que sólo nos queda la solución del enfrentamiento, debemos tener claro un concepto que puede parecer claro pero que no lo es tanto, pues existen muchos matices.
¿A qué nos estamos enfrentando? No a una o unas personas, no, en realidad nos estamos enfrentando a la violencia, personificada y encarnada en nuestros agresores. Por lo que deberíamos tener muy claro a que nos enfrentamos.
El concepto de la violencia es muy complejo y sujeto a diversas matizaciones, pues dependiendo del punto de vista así será considerada una acción. Ante todo se debería hacer una distinción vital entre la violencia pura y la agresión.
La violencia, que se puede aplicar contra personas, animales o cosas, consiste en usar la fuerza o la intimidación para conseguir algo (por ejemplo: amenazar a alguien con un arma o un objeto), como medio de desahogo (por ejemplo: pegar un puñetazo a la pared o tirar una mesa), o como respuesta a una agresión (defendernos). En este caso hasta Jesucristo tuvo un episodio violento (la expulsión de los mercaderes del Templo).
Mientras que la agresión es un tipo de violencia que se aplica entre humanos, que puede ser física o verbal, y se manifiesta como el acometimiento de un humano contra otro con el fin de producirle daño, ya sea físico o psicológico, ante el cual puede haber dos tipos de respuesta: o la omisión de defensa (o socorro por parte de otra persona) o la defensa de la persona, por sí misma o con la ayuda de otra, y la forma de hacerlo es con violencia, usando la fuerza o a la intimidación para el evitar el daño que se quería infligir.
En este caso la violencia puede ir desde una amenaza contundente que detiene el ataque hasta un acto de defensa física activa. En este caso, incluso el simple bloqueo de un golpe es un acto de violencia física.
Pero ya sea violencia pura o expresada por medio de la agresión, el individuo violento lo que busca es ante todo el imponer por la fuerza y por el miedo su voluntad sobre el sujeto violentado o agredido, transformando su acción en un abuso físico, psíquico o sexual, todos ellos reprobables.
LA AGRESIVIDAD
Como puede comprenderse, el concepto de violencia está íntimamente asociado con el de agresividad, la cual es innata en los humanos y está producida por una de las cuatro emociones básicas estudiadas en psicología: la rabia (las otras son: alegría, tristeza y miedo), que tiene una carácter eminentemente expansivo con una expresión corporal fácilmente distinguible por sus gestos, ademanes y acciones, siendo la violencia la vía de escape de la agresividad que más se utiliza.
En los inicios de la humanidad la agresividad permitió que la especie sobreviviera ante las adversidades más extremas, luchando día a día para comer, defenderse y aparearse, en suma, para sobrevivir.
Con el tiempo, cuando la humanidad evolucionó y no se necesitaba tanto de la agresividad para sobrevivir esta quedó en estado latente y de vez en cuando emerge en unos individuos con más frecuencia y potencia que en otros.
En psicología se estudia que la conducta agresiva se relaciona con otros factores del comportamiento, como son la frustración y el miedo, ya que estos dos comportamientos son causas determinantes para la aparición de la agresividad, pues traen como consecuencia un aumento de la ira en el caso de la frustración, y del instinto de supervivencia en el caso del miedo; con la ira y el instinto de supervivencia aparece la agresividad manifestada por un comportamiento violento de forma física o verbal.
Como nos dice Kar Macral en su obra “Teorías psicológicas de la agresión”: “la cantidad de agresión dirigida a la persona o acontecimiento frustrante está en proporción directa con el grado de voluntariedad de la conducta o con la irracionalidad de la secuencia de los hechos”.
Habrá quien diga que lo interesante es que la agresividad debería estar erradicada de la humanidad, como si fuera una enfermedad indeseable. Esto, además de no ser posible, no es conveniente; una persona “curada” de la agresividad no sería una persona completa, pues los estados agresivos controlados son necesarios para el buen desarrollo de la persona; por ejemplo, en el caso de un grave accidente (y más en el caso de los desastres naturales: inundaciones, terremotos, aludes…) nuestra agresividad, como expresión del instinto de supervivencia, es la que nos dará el empuje necesario para luchar y sobrevivir.
El Dr. Van Den Berg en su obra “The human body and the significande of human movement” nos explica que con la agresividad aparecen en el torrente sanguíneo unas sustancias hormonales producidas por la corteza y la médula suprarrenal (las catecolaminas y la antidiurética), por las gónadas tiroideas e hipofisiarias (las corticotrofinas), etcétera, las cuales tienen una acción directa sobre diversas y determinadas áreas del cerebro. De estas sustancias hormonales las más conocidas por el público en general son las producidas por los órganos renales, esto es, las incluidas en el grupo de las catecolaminas (la adrenalina y la nor-adrenalina) y la antidiurética. La adrenalina aparece en estados de ansiedad y miedo (como explicaré en un próximo artículo de la serie), mientras que la nor-adrenalina aparece en mayor cantidad de lo normal en los casos de agresividad.
La aparición de estas sustancias hormonales en el riego sanguíneo actúa como un catalizador de la velocidad y los reflejos, ya que la velocidad se incrementa y los reflejos se agudizan, así como desaparecen los síntomas de cansancio o fatiga, lo cual es un milagro de la evolución pues todo ello conduce a una mejor oposición a situaciones hostiles y a una mejor defensa de la integridad física del sujeto en el caso de un enfrentamiento.
Curiosamente, la hormona antidiurética aparece en gran cantidad en los estados emocionales agresivos para inhibir la eliminación de la orina, tal vez para retener la mayor cantidad posible de sustancias hormonales en el cuerpo aunque estos sean productos de desecho.
Como vemos, en esta sociedad competitiva (y con peligros medio-ambientales) el ímpetu que nos da una agresividad controlada es vital. Lo importante y lo difícil será dominar y controlar dicha agresividad, que puede ser destructiva, si es fruto de la ira y está mal canalizada y dirigida hacia otras personas, con lo que hablaremos de personas agresivas, aquellas que se dejan llevar por sus pasiones y deseos y abusan de su mayor nivel de agresividad; o constructiva si canalizamos la energía que nos da el instinto de supervivencia en la consecución de metas loables, dirigiendo y controlando la agresividad de forma adecuada, en este caso hablaremos de personas serenas y sosegadas, que controlan sus emociones.
La persona agresiva se reafirma en sus acciones porque cuando tiene un comportamiento violento suele conseguir aquello que desea, por lo que la conducta violenta se refuerza y, con ello, se incrementa la probabilidad de que vuelva a reincidir en su actitud, por ello es importante no plegarse a sus deseos y enfrentarse a él, para evitar males mayores, pues suele haber con el tiempo una escalada en la violencia; esto es, el sujeto agresivo no arremete a las primeras de cambio, sino que es fruto de una evolución, en la cual su actitud violenta comienza con una intensidad leve y según vaya viendo sus “ventajas”, en cuanto a que consigue lo que quiere, irá incrementando su conducta, quedando instaurada como una forma de interactuar con sus semejantes.
¿CÓMO FRENAR LA VIOLENCIA?
Por desgracia, la violencia sólo se puede frenar con violencia, aunque esta sea controlada, moderada, contenida y misericordiosa, pues la opción de la sumisión generará más injusticia, ya que el violento se suele ensañar con aquel que no se le enfrenta.
Hay que acabar con la violencia, no necesariamente con aquel que la genera; siempre que podamos hablaremos para acercar posturas y que la violencia desaparezca en sus primeros estadios, cuando está iniciándose; sentarse a hablar ya es un camino, pues se interrumpe la violencia y se enfrían las pasiones, al tiempo que encontramos un camino hacia el entendimiento y la paz, pues alguien que no quiere arreglar las cosas no conversa, sigue actuando físicamente.
Como indico, la mejor forma de resolver una situación adversa es con diálogo, pero cuando nos van a golpear deberemos desistir de intentar una conversación, pues cuando estemos emitiendo la primera palabra el golpe ya nos habrá llegado, por lo que debemos impedir el ataque de forma física y, por desgracia, sólo se puede frenar un golpe con otro (el simple bloqueo, como ya he indicado, ya supone un acto físico que golpea un miembro del adversario para impedir que llegue a impactar contra nuestro organismo).
El artista marcial debe ser pacífico y no desear la violencia pues, aunque sea para bien, siempre se producen consecuencias funestas para alguien, por lo que habrá que valorar el alcance de nuestra acción violenta. Para ello deberá ser un experto en violencia, en comprender como nace y se desarrolla, en saber su alcance y sus consecuencias, y, sobre todo, deberá ser comprensivo y reflexivo para poder llegar a empatizar de cierta forma con el violento, ponerse en su lugar y comprender por qué se comporta de forma iracunda, ya que hasta el más pacífico puede tener momentos de violencia si hay una razón.
Si la violencia se manifiesta por medio de gritos, amenazas o con actos físicos leves (por ejemplo: empujones) y comprendemos que el violento actúa de esa forma por miedo, frustración o descontrol momentáneo, si podemos, frenaremos su ataque con técnicas de control y apresamiento. Pero si estamos ante una persona que actúa por maldad o por motivos delictivos, con actos físicos peligrosos (golpes), nos obligará a utilizar todo nuestro arsenal técnico, ya que los frutos de la violencia (el dolor y la humillación) debe recogerlos aquel que los sembró.
Como indico, el artista marcial debe ser un experto en violencia para poderla evitar o repeler, teniendo como freno y control sólidos valores morales. De esta forma no ejercerá jamás la violencia si no es necesario, pero si le agreden podrá dosificar la respuesta para repeler el ataque con el menor daño posible. Sin tener los suficientes conocimientos de defensa personal íntegra, el defensor puede morir en el enfrentamiento o puede matar a su agresor por accidente o por descontrol técnico.
Debemos pensar que mientras el violento se ensaña con la víctima, el artista marcial podrá dosificar la violencia para frenarla y que esta desaparezca. Los dos usan la violencia, pero el primero con maldad y el segundo pensando en la paz.
¿Cómo podrá hacerse el artista marcial un experto en violencia? Estudiando sus múltiples aspectos y entrenando con constancia todas las disciplinas de la defensa personal íntegra, esto es, debe prepararse técnica, táctica y psicológicamente, para estar preparado para la agresión con el fin de poderse defender eficazmente y alcanzar la paz lo antes posible, ya sea por vencer a su oponente, o porque este vea que no vale la pena agredirle, pues, aunque le venciera, sería a un alto precio.
Por todo ello, como dijo en cierta ocasión el latino Vegetio: “si quieres la paz, prepara la guerra”, debemos estar preparados para enfrentarnos a la violencia, pues existen personas iracundas, crueles y fanáticas, que si no se les enfrenta vencería la sinrazón, la crueldad y la injusticia.
Dean R. Koontz indicó en su obra “Víctimas”: “Algunos pacifistas son cobardes disfrazados, pero otros realmente creen que es justo permitir el asesinato de una persona inocente antes que matar para impedirlo. Están equivocados, porque, al no luchar contra el mal, se convierten en parte del mal. Son tan malos como el tipo que aprieta el gatillo… Hay una manera intermedia de vivir, entre los que matan y los pacifistas. Trata de evitar la violencia. No la provoques nunca. No obstante, si alguien la inicia, defiéndete, defiende a tus amigos, a tu familia, a quienquiera que esté en peligro”. Creo que es muy coherente lo que dice.
A mi me desagrada mucho la injusticia y si además conlleva violencia mucho más. Soy muy reflexivo, pacífico y pacifista, pero también reconozco que es mejor morir matando al que quiere rebanarte el cuello, que dejarle, sumisamente que te lo rebane. Y si la cosa no va conmigo pero va en contra de un inocente indefenso, lo siento, cometeré el mal acto de intentar defenderle y acabar con el violento. Creo que es más justo y coherente que cubrirse con el manto de la no violencia, que es muy fácil para aquel que no quiere meterse en líos, sin darse cuenta que después le puede tocar a él. Las buenas intenciones no bastan cuando alguien quiere aprovecharse de los débiles.
Y recuerda siempre: jamás optes por la sumisión pues el agresor siempre se ensañará contigo, huye eficazmente o enfréntate pero nunca aguantes una agresión sin más.
Continuará en el blog la semana que viene.
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