TONTERÍAS que habrás escuchado sobre la alimentación

TONTERÍAS que habrás escuchado sobre la alimentación

El rendimiento deportivo óptimo y la alimentación van tan unidos que, hoy en día, sobre todo en los atletas olímpicos, no se puede concebir ganar ninguna competición, ni ser un profesional del deporte, si no es con una alimentación adecuada y controlada.

Esto se debe a que los alimentos deben cubrir dos necesidades básicas, como son: la energética y la plástica (reconstrucción), y estas deben adaptarse a cada persona en particular.

El hábito de comer en familia, a la misma hora, los mismos alimentos e igual cantidad para todos, es importante desde el punto de vista social y humano, pero no lo es cuando buscamos la mejor alimentación para cada persona. El deportista debe adaptar la alimentación a sus necesidades y apetencias, que se pueden ver influidas por los siguientes factores:

Edad: Las necesidades energéticas son grandes hasta los 25 años, para sufrir un descenso paulatino hasta la vejez, a causa de la menor actividad metabólica.

Sexo: Las mujeres tienen menores y distintas necesidades energéticas que los hombres.

Clima: en invierno es necesario un aumento de las grasas con respecto al verano para evitar que el organismo utilice parte de las calorías consumidas en combatir el frío.

El carácter: Los individuos nerviosos e hiperactivos, consumen más calorías.

Los hábitos: el deportista que fuma o bebe; el que trabaja en una oficina o el que lo hace en una fábrica; el que descansa en sus ratos de ocio, o por el contrario se va a la discoteca. Todos estos factores han de tenerse en cuenta para acomodar las necesidades energéticas de acuerdo al desgaste de cada uno.
Ahora vamos a desmentir ciertos errores:

GRASAS Y COLESTEROL

Dicen que hay grasas buenas (poliin­saturadas) y grasas perjudiciales (saturadas), que hay un buen colesterol y un mal colesterol. Esto último no es así, pues ambos tipos de colesterol, más otros dos a los que nadie presta atención –VLDL y DL-, son vitales para la salud, aunque cada uno con funciones diferentes.

Y sobre las grasas, nuevos errores nos confunden. No todas las grasas saturadas son prescindibles, pues también cumplen una función esencial para la salud y las podemos encontrar por ejemplo en los mariscos y los cacahuetes.

El Dr. Lew Rockwell dijo:
“La leche materna, que contiene 54 por ciento de grasas saturadas, es el alimento más perfecto que existe para el desarrollo de los bebés, por lo que la presencia de altas cantidades de grasas saturadas no pueden ser consideradas como un error de la naturaleza”.

El pescado graso (azul) de aguas frías consumido por los esquimales parece ser responsable de su salud excepcional. Este alimento, se cree, ayuda a mantener baja la presión de la sangre. Se en­contró que la sangre de los esqui­males es menos densa y menos susceptible a los trombos que le provocarían ataques al corazón. La grasa favorable, denominada Omega‑3, que contiene el pesca­do azul parece también ser efectiva contra ciertos desórdenes de la piel, como el eczema y la psoriasis, además de condiciones inflamato­rias como la artrosis y trastornos hormonales de la mujer. Incluso se ha dicho que favorecería el desa­rrollo intelectual y la curación de ciertas enfermedades mentales como la esquizofrenia. Quizá se deba a que contienen ácidos gra­sos esenciales, junto a prostaglan­dinas y vitamina E. Según ciertas experiencias recientes, bastan dos platos de pes­cado a la semana para ayudar a combatir las enfermedades cardíacas, ya que parece demostrado que las grasas insatura­das del pescado controlan los niveles óptimos de los 4 tipos de colesterol.

Pero algo está revuelto en el pescado, pues el atún está ahora en entredicho y se le considera culpable de numerosos males por el mercurio –dicen- acumulado en su hígado. Siempre ha estado ahí, pero ahora hay quien opina que debe prohibirse su consumo y decantarnos por otros peces, los que precisamente vende el denunciante. Bueno, y las piscifactorías también parecen ser peligrosas para la salud y el ecosistema, especialmente por los baños de formol que se utilizan para la eliminación y prevención de parásitos y bacterias de la superficie externa de los peces.

El uso generalizado de antibióticos en estas piscifactorías ha provocado la aparición de patógenos resistentes. Otros efectos negativos son la acumulación de antibióticos en los órganos internos del pez, haciéndolo inapropiado para el consumo humano, y los riesgos de contaminación ambiental. Algunas de estas sustancias son excretadas sin haber sido metabolizadas o liberadas como metabolitos activos persistiendo en el ambiente durante largos periodos de tiempo. De hecho, se ha podido observar que la liberación de forma continuada de efluentes contaminados con antibióticos genera una constante presión de selección que ha propiciado el cambio en la microbiota del entorno, incrementando la aparición de cepas resistentes.

Además, muchas bacterias patógenas son capaces de transportar los genes de resistencia a los antibióticos, desde las zonas de producción piscícola hasta los humanos, pudiendo generar cepas resistentes en la flora intestinal humana. O los Ecologistas en acción y Greenpeace están equivocados con estos datos alarmantes, o alguien se va a hacer rico mañana mismo ofreciéndonos un pescado “libre de toxinas”.

La nueva generación de especialistas en nutrición abogan por una vuelta a dietas seguras y equilibradas, y se enfrentan a la exagerada guerra contra las grasas en los programas de pérdida de peso.
La gran diferencia actual está en el papel de los hidratos de carbono. Mientras que los mé­dicos españoles insisten en suprimirlos al máximo (nada de pan, pastas, cereales, etc.); y recomiendan el filete a la plancha con lechuga como mejor remedio para adelgazar, en los países más adelantados médicamente recomiendan aumentar la ración de hidratos de carbon­o complejos, sin refinar, y suprimir totalmente la carne de mamífero. A fin de cuentas, el 30% de grasa que contiene es perjudic­ial, especialmente cuando la asamos a la parrilla, ­al grill o en barbacoa, un trío de generadores de grasas trans.

Lo mismo se puede decir de los azúcares y la sal, dos nutrientes altamente perseguidos, pero sin los cuales no se puede vivir. Lo importante no es suprimirlos, sino consu­mirlos sin refinar.
Los alimentos ricos en carbohi­dratos complejos (cereales, vege­tales, frutas), están muy próximos a las fuentes naturales y son un rico almacén de energía. Sin calorías no se puede mantener la salud y el secreto de la delgadez no está en reducirlas, sino en consumir aque­llas que son adecuadas, como son las de procedencia natural. Por mucho que otros doctores aconsejen dietas diferentes, los alimentos naturales son la mejor terapia para ganar salud, energía y no adquirir enfer­medades degenerativas.

Y cuando se habla de alimentos naturales no nos referimos al jamón de Jabugo por muy rico que sea, sino sola­mente a aquellos que nos propor­ciona la madre naturaleza a través de la tierra y que podernos consumir sin manipulaciones. Refinar, pulir, blanquear, ahumar, así como añadirle conservantes y coloran­tes, no es lo mejor para un alimento. En todos estos procesos se rompe el equilibrio con que la natu­raleza dotó a un alimento, y en su lugar se consume un producto pri­vado de un sin fin de catalizadores imprescindibles.

La importancia de los fermen­tos, enzimas y oligoelementos es algo actualmente comprobado y solamente la ingestión de los ali­mentos en su estado natural nos da garantía de su presencia.
Lo cierto es que ante la inquie­tud de la gente por los productos naturales, las autoridades sanita­rias oficiales se empeñan en que si­gamos consumiendo carne de va­cuno al menos tres veces en semana y despreciemos los cereales. Pero cualquiera que tenga ojos para ver se dará cuenta del estado de salud y fortaleza que tienen las personas que consumen productos naturales y el menos saludable aspecto que muestran aquellos que defienden la alimentación tra­dicional, rica en productos quími­cos, grasas trans y azúcar refinada.

LA FIBRA

Otro de los elementos nutricio­nales que actualmente está controvertido es la fibra, y aquí nos encontramos con una prueba fehaciente de lo dicho ante­riormente: el mercado se mueve en función de los intereses del vendedor quien, con la ayuda de médicos “tarugos”, son capaces de denigrar al buen alimento para que consumamos el suyo, más caro por supuesto.
Después de la II Guerra Mundial, se impuso el pan blanco y ningún médico abogó por la utilización del pan integral, quizá más basto pero más nutritivo. Era “el pan del pobre”, decían. Pero el paso de los años vino a demos­trar que en el pan integral estaba el salvado, un tipo de fibra totalmen­te imprescindible para el intestino.

Aún así, son pocos los médi­cos que mandan con­sumir pan integral en las dietas de adelgazamiento, a pesar de que re­conocen la importancia de la fibra y los alimentos integrales.
Pero la fibra debe ir unida a los ali­mentos, ayudando así a la forma­ción de un bolo alimenticio ade­cuado, a que se absorban adecuadamente los nutrientes y a que el intestino tenga su limpieza cotidiana.
Pero para eso se necesita beber agua DURANTE las comidas, en contra de lo que dicen eruditos nutricionistas que deberían acudir de nuevo a primero de medicina. Este mismo ejemplo sirve para los zumos de frutas, los cuales deben consumirse con la fibra y añadirle agua.
Nunca hay que tomar sola­mente el zumo concentrado, ya que haciéndolo así el intestino se ve dificultado para absorber los principios nutritivos de la fruta. La fibra y el agua, posibilitan el que la absorción se realice poco a poco.

La fibra proporciona la aspereza que los especialistas en nutrición modernos han comprobado es esencial para el metabolismo de la comida y, además, previene el cáncer de colon y la mayoría de las enfermedades de piel. Los carbohi­dratos complejos ricos en fibra tienen el efecto de controlar el colesterol de la sangre y favorecer la excreción del exceso.
¿Es necesario que les diga que la carne no tiene fibra? Seguramente ya lo sabían.

LA SAL

Y sobre el consumo de sal, el delirio de los ignorantes alcanza cotas insostenibles. Para ellos, la humanidad no debería consumir sal extra, aquella que existe por doquier, basta con la presente en los alimentos.

Tal es así, que hasta la han quitado de los “potitos” de la alimentación infantil. Pero les recordaré algo: los cuatro elementos básicos para la vida son el aire, el agua, la sal y la glucosa –por este orden-. Todos los demás serían prescindibles en situaciones extremas.
Así que y para concluir, tome azúcares naturales (miel, stevia, panela, melaza…) y añada sal a sus guisos, pero sal marina integral, la cual contiene casi 80 elementos básicos, entre ellos magnesio, calcio, yodo y bromo, así como diversos catalizadores cuya acción no podemos explicar. Si lo hace, creará una adecuada presión osmótica en los intestinos que le ayudará a digerir los alimentos y evitará la formación de gases. Sin ella, la digestión se vuelve pútrida e incompleta, la presión de la sangre fluctúa, y se dificulta la eliminación de los productos de desecho. ¡Ah!, y estará más hidratado.

 

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