El yawara es una de esas armas que demuestran el viejo dicho de que la necesidad es la madre del ingenio. En este caso la necesidad de defenderse hizo que un simple utensilio usado en la religión budista se convirtiera en un arma mortífera, un utensilio que pudiera ser usado en la actualidad como “arma de bolsillo”, tal y como preconizan muchos de sus defensores, pero esto, desgraciadamente, no puede ser, pues se enfrentaría con la legislación española que regula su uso, al vulnerarla. En el presente artículo, amable lector, podrás informarte sobre la génesis e historia de esta peculiar arma, así como lo referente a su posible uso en la autodefensa cotidiana.
ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DEL YAWARA.
Aquí haré una pequeña pero importante diferenciación en mi disertación, entre la “prehistoria” del yawara, indicando los objetos que lo inspiraron, y los “precedentes” que lo originaron, así como sus orígenes en su uso como arma. La prehistoria del yawara. El yawara nació en la India con el nombre sánscrito de vajra, o “rayo” (aunque también se puede traducir como ”diamante”, pero pronunciándolo como: “vasha”), el cual, como ya he indicado, era (y es) un objeto sagrado incluido entre los accesorios de las ceremonias budistas, igual que las pequeñas campanas vibrantes que los monjes portaban allá donde fueran para oficiar sus misas y ritos.
Si bien lo que he dicho anteriormente es cierto, hay que tener presente que en el hinduismo mitológico, el vajra fue un arma realizada hace unos cuatro mil años por el artesano y herrero Vishuá Karma, para entregársela al dios Indra, el rey de los devas, esto es, de los dioses hindúes primigenios. El arma, de forma circular, muy alejada de la forma posterior, se realizó, según la mitología hindú, con los huesos del rishi Dadhichi, uno de los grandes sabios de la antigüedad védica, la religión que posteriormente derivaría en el hinduismo. Con el tiempo, hace poco más de dos mil años, este primer diseño derivó en un utensilio en forma de equis, representando a dos rayos que se entrecruzan en su centro, con el que los dioses podían repeler encantamientos y ser inmunes a la magia, además podían usarlo para defenderse a distancia de sus enemigos. Este diseño aspado representaba los rayos celestiales que caían a la tierra y, al mismo tiempo, cuando se lanzaba al aire, recordaba al primitivo vajra circular de Indra al girar sobre su eje.
Curiosamente, este diseño es semejante al bumerán aspado que, gracias a su perfil aerodinámico y forma de lanzamiento tiene la capacidad de volver a su punto de origen si no llegara a impactar en su objetivo. Aunque popularmente se cree que el bumerán tiene su origen en el continente australiano, en realidad es un arma muy antigua que fue conocida y usada en casi todos los continentes bajo diversos diseños. Los expertos aseguran que los primeros bumeranes se originaron hace más de 20.000 años, pues unos arqueólogos encontraron representaciones de uno de ellos en 1987, en la cueva Oblazowa situada en Polonia. Además de esta prueba, se han encontrado por todo el mundo bajorrelieves y pictogramas, representándolo tanto en escenas de caza como de guerra.
Los expertos nos indican que en el Imperio Medio del Antiguo Egipto (hace casi cuatro mil años) el bumerán tenía forma de bastón arrojadizo, con un diseño tal que se podía usar como arma de mano, usándolo para herir o atontar a sus enemigos, dependiendo del lugar donde impactara, y recuperándolo si no acertaban con el objetivo. Estos primitivos bumerán podían llegar a pesar unos cinco o seis kilos y tener hasta un metro de longitud, por lo que podía usarse indistintamente como porra o como bastón de lanzamiento. Su uso se desechó cuando entró en la historia un arma mucho más eficaz a distancia, la flecha impulsada gracias al uso del arco, por ello su uso no pervivió y cayó en el olvido, hasta reencontrarlo en Australia.
El nombre que le dieron los aborígenes australianos fue el de kylie; se cree que el nombre de “boomerang” (en su trascripción anglosajona) proviene de la expresión aborigen: “boom-ma-rang”, que significa literalmente “vuelve el bastón”, con la que los integrantes de la tribu Tubuwais, situada en la actual Nueva Gales del Sur, advirtieron al Capitán Cook para que tuviera cuidado cuando uno de ellos estaba en el aire al ser lanzado por uno de sus acompañantes, y que coincidió con el momento que hacía la pregunta: “¿qué es eso?”, cuando vio como lo lanzaban. Es muy posible que el bumerán llegara a la India, vía Cachemira, desde Egipto y se transformara en el bumerán aspado de las leyendas del hinduismo primitivo.
Precedentes.
Posteriormente, hacia mediados del siglo III a.JC, influenciado por el budismo, el primitivo diseño del vajra fue haciendo más pequeño hasta que derivó en el vajra antiguo, el cual parecía una especie de pequeño cetro que consistía en un corto palo tallado en suave madera de sándalo, de unos quince centímetros de longitud por uno y medio de diámetro, que se usaba para ayudar en los rezos, igual que los católicos marianos usan el rosario (aunque la forma y la motivación sean completamente distintas). Los budistas lo que hacían era poner las dos manos juntas por las palmas en actitud de rezo, y se colocaban el vajra en las “uves” formadas por los pulgares y el resto de la mano. Con el tiempo se empezaron a fabricar vajras de bronce, e incluso de oro, con el fin de que perduraran más en el tiempo, a los cuales se les agregaron, como ornamento, dos partes nudosas en los extremos del palo central, de las cuales partían tres, cinco o nueve ramas puntiagudas, cuyas puntas se tocaban en los extremos, lo que le daba un aspecto semejante a una diminuta mancuerna de pesas; estas partes nudosas representaban a dos flores de loto situadas una a cada lado del vajra, siendo el número de los rayos o ramas parte de la simbología hindú.
En la India es muy común ver en los templos budistas imágenes de Vajrapani (literalmente: “Aquel que sostiene el rayo”), el cual es un dharmapala, o “guardián de la conducta religiosa”, que representa el poder de Buda, y aferra en su mano derecha un vajra. Este “protector” del budismo mahayana, también es venerado en el budismo tibetano, en el shaolin (en China) y en Japón, en donde se denomina como Fudô Myô-ô, “El Inamovible”, al cual representan con una espada en la mano derecha, cuya empuñadura tiene forma de vajra. Cuando el budismo se expandió por todo oriente también lo hizo el vajra; primero pasó por Kabulistán, después por Cachemira, siguió por Gandhara, Bután y Nepal, y llegó al Tibet.
En el Tibet los lamas reformaron nuevamente el vajra dotando a los extremos de cuatro ramas que se unían en las puntas formando dos medios aros que se superponían. A este nuevo vajra se le denominó dorge actualmente se sigue usando; puede encontrarse en tiendas especializadas junto a las campanas tibetanas, que son una variante de las campanas vibrantes budistas. El dorge, del Tibet pasó a China (según una tradición en el año 250 a. JC., pero oficialmente en el año 67 d. JC.), de allí a Corea, y, en tiempos del emperador Kimmei (mediados del siglo VI d. JC.) a Japón, donde el budismo (y con él el vajra) tuvo una gran expansión, bifurcándose en las sectas: Hossó, Kegón, Tendai, Shingòn, Ren, Nichirén, Iodó y Shin. En Japón el vraja fue denominado como kongou o kongosho, y los había de dos tipos según el número de ramas en que acabaran sus extremos: el sankosho, o vajra de tres ramas, y el gokosho ó vajra de cinco ramas.
En la actualidad el gokosho aún se usa en las ceremonias de la secta Shingón, sobre todo en la espectacular Takÿ Shugÿo ó Prueba del Agua, que consiste en un tipo especial de meditación bajo cascadas heladas con el fin de desarrollar el Ki, la energía vital. La Prueba del Agua se realiza con el fin de purificar el cuerpo por medio de la letargia, o pérdida temporal y completa de la sensibilidad, provocada por las gélidas aguas, lo cual hace que las funciones vitales de la persona se ralenticen; para ello, tradicionalmente, el sujeto debe colocarse en dirección sudeste y empezar la purificación por el hombro derecho, al tiempo que sostiene el gokosho sobre los vértices de las “uves” formadas por los pulgares y el resto de las manos unidas en actitud de rezo, como ya he comentado con anterioridad, situando el conjunto de manos y gokosho frente al mentón al tiempo que recita los apropiados mantras, o plegarias (norito en japonés); la operación se repite siete veces hasta tener el cuerpo completamente helado y entumecido. Con ello se consigue la máxima aspiración de los seguidores de la citada secta: la unión de cuerpo, palabra y espíritu.
Con la inmigración china hacia las Islas Filipinas, sobre todo desde Taiwán, el budismo y con él el vraja llegó a estas islas hace más de mil años, donde fue adoptado también, sobre todo para ser usado como arma y derivando en un curioso diseño tallado en cuerno de carabao, el búfalo de agua, con unos diecisiete centímetros de longitud y sección cilíndrica, ligeramente acanalada y en espiral, y dos centímetros o dos y medio de grosor. A esta arma la denominan los filipinos como pasak o dulodulo, dependiendo de la isla y su dialecto
El yawara usado como arma.
No se sabe a ciencia cierta quién fue la persona que empezó a emplear el vajra para defenderse, pero en ese momento nació el yawara, que es el nombre “guerrero” del utensilio religioso. Lo más lógico es que ocurriera lo siguiente: como los caminos estaban llenos de bandidos y malhechores, no es de extrañar que algún anónimo monje echara mano de lo único que tenía a su alcance para defenderse de sus atacantes, pues se solía colocar el vajra trabado por el cinturón o fajín con el que los monjes ceñían sus vestimentas; presumiblemente, después de vencer a sus agresores, el monje, al darse cuenta de la efectividad del utensilio, creara técnicas ofensivas-defensivas, instruyendo a los demás monjes de su monasterio o localidad para que éstos se defendieran; con el tiempo, poco a poco, el conocimiento se iría pasando de monje a monje, de monasterio a monasterio, hasta que todos los monjes budistas se enteraron de ese nuevo y revolucionario método de autodefensa. Posteriormente este arma y su técnica defensiva fueron copiadas por parte de la población.
El nuevo vajra de combate varió ligeramente del anterior, pues empezaron a fabricarlo con la parte central de mayor longitud con la finalidad de poderlo aferrar con mayor comodidad y eficacia, y, además, las ramas puntiagudas, que en la anterior versión se tocaban en sus extremos, se fueron separando unos milímetros, con el fin de que las puntas se pudieran clavar y, por ello, fuera más efectivo el recién nacido yawara. Como el yawara era en realidad un vajra modificado, lógicamente habría tantos modelos de yawara como modelos de vajra había; por ello en Japón el yawara nacido del kongosho, se dividió en dos modelos claramente identificados: el goko ó yawara de cinco puntas, y el sanko ó yawara de tres puntas; a los que se les agregó otro modelo: el tokko ó yawara de una punta por extremo, a ellos habría que sumar otros modelos variantes de los anteriores como son los siguientes: dokko, tenouchi y suntetsu.
EL MANEJO DEL YAWARA.
El empleo ofensivo-defensivo del yawara es muy sencillo, simplemente se sujeta con firmeza con la mano, apretando fuertemente el puño, de manera tal que los extremos del yawara sobresalgan por ambos lados de la mano. Armados de esta forma se puede golpear con el puño siguiendo los dictados de cualquier sistema de Boxeo, Karate o demás artes marciales, pues al tener el puño fortalecido de esta manera tendrá una mayor consistencia y eficacia, siendo los golpes que se den de una eficacia devastadora, pudiendo golpear en todas las direcciones posibles, al frente ó hacia atrás, hacia arriba ó hacia abajo, golpes circulares o rectilíneos, etcétera. También se puede golpear directamente con los extremos sobresalientes del yawara, ya sea golpeando como si el puño fuera un martillo (el tettsui japonés, o el sot kil chino), o punzando hacia delante como si usáramos un cuchillo (el pin jon chino). Incluso se puede golpear con los laterales del extremo que sobresale junto al pulgar con un fuerte y enérgico giro de muñeca.
Generalmente los golpes con yawara se dirigen a los centros nerviosos y puntos vulnerables del cuerpo humano (sobre todo cuando se punza con el duro extremo metálico), aunque generalmente cuando se usa el puño martillo se ataca a las zonas óseas con el fin de fracturar el hueso. Otra forma de usar el yawara es el de presionar directamente los centros nerviosos o los huesos y articulaciones, por ejemplo sujetando un dedo del adversario contra el yawara, pues el más leve apretón causa inmediatamente demasiado dolor para ser resistido.
A propósito de lo anteriormente expuesto te diré que el yawara ha sido llamado popularmente, en diferentes épocas, con los apelativos de “Rayo de Shiva, la diosa Destructora” y “Rayo Eléctrico de Sacerdote”, precisamente porque al golpear en los centros nervios con este arma es el efecto que produce: una especie de calambrazo. El período de aprendizaje para usar el yawara como arma es muy corto, siempre y cuando se posean conocimientos marciales previos, pero incluso cuando no se posee ningún tipo de conocimiento marcial, con cuatro o cinco sesiones de una hora de duración un novato puede convertirse en un conocedor avanzado de su manejo, tal es su ventaja en su uso autodefensivo: la sencillez, sin perder efectividad.
Los instructores y expertos en el manejo del yawara dicen que este sencillo aparato es mucho más efectivo que una porra o bastón, porque es más rápido de cambiar de posición de ataque, y porque un ligero golpe con el yawara colocado en el lugar apropiado tiene un efecto más rápido que el golpe más potente dado con una porra; y además con la ventaja añadida de poder utilizar dos yawara a la vez, uno en cada mano. Esto es muy cierto, pero tiene el inconveniente de ser sólo efectivo en distancia media y corta, mientras que el bastón corto se puede usar en las distancias largas, medias y cortas. Aunque también tiene la ventaja de poder llevarse fácilmente y de forma invisible en cualquier bolsillo, cosa que no se puede hacer con un bastón corto, y el gran inconveniente de ser un arma prohibida por el Reglamento de Armas de la legislación española vigente (en su artículo cuarto, apartado primero, letra H), al equiparar y considerar la ley al yawara y otros objetos similares (mosquetones de escalada, kobutanes…) como una “llave de pugilato”, o “puño americano”, y, por tanto, siendo su uso penado; incluso la simple tenencia y portarlo por la vía pública puede acarrear una sanción administrativa que puede superar los trescientos euros, siempre que no se haya cometido un delito con él, que consiste en su uso en autodefensa o, incluso, como método intimidante.
De todas formas, no hace falta que lleves un yawara por la calle, una vez aprendido el manejo de éste casi cualquier utensilio con forma y dimensiones similares puede usarse de igual forma con fines defensivos, por ejemplo: un bolígrafo (sobre todo si fuera metálico), un rotulador, una pipa…, y nadie, ni policías ni magistrados, puede impedirlo, al ser objetos cotidianos; lo que no os aconsejo es que hagáis lo que hacían los gangsters de Chicago durante la Ley Seca a mediados del siglo pasado, que empuñaban paquetes de monedas para golpear con mayor contundencia, no porque no sea efectivo este método, que lo es, sino porque según la ley española es un arma prohibida, equiparada también a la llave de pugilato.
LOS HIJOS DEL YAWARA.
A partir del yawara se han ideado una gran cantidad de armas, las más importantes y comunes de las cuales expondré seguidamente. Además del ya comentado dulodulo filipino, tenemos:
Los pinchos emei. Hace mucho tiempo, no especificado en ningún manual, los chinos idearon un arma que parece estar basada o influenciada por el yawara: el emeici o puñal emei, cuyo nombre sugiere que su origen proviene de las inmediaciones del Monte Emei, situado en el suroeste chino. Este arma se asemeja a dos medias flechas metálicas unidas por los extremos frontales de sus mitades que tienen unas afiladas puntas en los extremos, con una longitud total de unos treinta o treinta y cinco centímetros, y un grosor máximo central de un centímetro o centímetro y medio, dependiendo del modelo, tiene adosado además un anillo en su parte central con el fin de pasar por él el dedo medio y evitar de esta forma que caiga el arma al suelo en caso de abrir accidentalmente la mano. (Gracias a este anillo el emei puede girar como una hélice por medio de un simple movimiento coordinado de muñeca y dedos, lo cual lo hace muy espectacular y atractivo en las competiciones chinas de Wu Shu).
El manejo de los pinchos emei en combate es semejante al del yawara, aunque siempre se usa por pares y, antiguamente, los luchadores debían tener cuidado a la hora de clavar las puntas para que estas no se quedaran enganchadas por algún extremo óseo; además podían usarse para cortar y tajar gracias a los afilados laterales de las cabezas de flecha. También podían usarse para enganchar y trabar los miembros o el cuello del adversario con uno de ellos, con el fin de sujetarle mientras se clavaba en el cuerpo o se tajaba alguna arteria del cuello con el otro. Las técnicas de sujeción se facilitan gracias a los extremos que sobresalen a ambos lados del puño, que pueden usarse en forma de pinza y enganche, en colaboración con el antebrazo de la mano que agarra el emei. Existe en Japón un arma parecida: el kunai de doble cabeza, que consiste en dos kunai unidos por el extremo de la empuñadura.
El kunai simple es un utensilio usado tradicionalmente por los agricultores y jardineros japoneses que consiste en una larga hoja triangular, puntiaguda y filosa en sus laterales, de entre diez y treinta centímetros de longitud según el modelo, semejante a la de una lanza, unida a una larga y fina empuñadura cilíndrica de igual longitud que la cuchilla, que está rematada en su extremo opuesto por un aro de metal que sirve para equilibrar el utensilio y para poderlo colgar de un simple clavo en la pared; este utensilio agrícola podía usarse como arma, como si fuera un puñal de mano o de lanzamiento (los modelos más pequeños, estrechos y equilibrados), o como ayuda en la escalada de empalizadas y muros.
El uso del kunai de doble cabeza, cuya empuñadura es de unos doce centímetros de longitud y las cuchillas de unos quince, por lo que su envergadura total es de unos cuarenta y cinco centímetros, es semejante al del emei chino, con la ventaja de que, al ser la hoja más grande, los destrozos podían ser mayores y los cortes y tajos más efectivos, al tiempo que, cuando se usaba para sujetar algún miembro del adversario, los cortes eran tremendos, y las heridas producidas muchas veces fatales si se lograba seccionar alguna arteria.
El kubotan.
En 1937, un norteamericano de origen japonés que era maestro en el manejo del yawara, llamado Frank Matsuyama pensó en modificar el yawara para hacerlo más actual sin perder su efectividad, por lo cual diseñó un yawara de madera, de igual peso y longitud que los tradicionales pero dándole una forma más redondeada a sus extremos. Incluso publicó un libro sobre su manejo para ser usado por las fuerzas policiales en 1948, con el nombre de: “How to use the Yawara Stick”. Durante muchos años Matsuyama fue instructor de yawara en la policía de San Francisco, hecho que avala formalmente la efectividad de este arma en la calle, donde los “policeman” de esta ciudad norteamericana tienen que reducir a toda clase de matones, muchos de ellos avezados en las artes marciales orientales; téngase en cuenta que el barrio más problemático de San Francisco es el Chinatown, su Barrio Chino.
Años después y basándose en este diseño, el maestro Kobuta Takayuki (Décimo Dan de Karate Gosoku Ryu) pensó en modificar el yawara moderno de Matsuyama haciéndolo aún más eficaz y moderno, por lo cual lo diseñó dándole una forma totalmente cilíndrica con unos pequeños surcos circulares que rodean completamente el instrumento autodefensivo para que de esta forma sea aferrado firmemente por los dedos y la palma de la mano. El material elegido fue el plástico duro, con una longitud de unos catorce centímetros por uno y medio de diámetro, con uno de sus extremos totalmente romo y el otro ligeramente puntiagudo. Al ser asimétrico, la forma óptima de asirlo es de tal forma que la parte puntiaguda sobresalga por el lado de la mano enmarcado por los dedos pulgar e índice, mientras que el lado romo debe sobresalir por la parte contraria, esto es, por el lado del dedo meñique. Para usarlo con total eficacia se debe reservar la parte puntiaguda para punzar los centros nerviosos y la roma para golpear o presionar zonas más extensas, sobre todo las óseas.
A este yawara evolucionado el maestro Kobuta lo denominó kubotan (la cual es marca registrada, siendo imposible, por su nombre, evitar no pensar en su diseñador) al que seguidamente le enganchó, en el extremo romo, una anilla, con el fin de convertirlo en un llavero defensivo. En la actualidad existen diversas formas y diseños de kobutan, desde aleaciones de aluminio a modelos con un extremo afilado, con hendiduras más profundas, etcétera, siendo su uso extendido por todo el mundo (a pesar de estar prohibida su utilización en autodefensa por algunas legislaciones).
Otros hijos del yawara.
A partir de la idea original se han ideado multitud de tipos de yawara. Podemos encontrar en el mercado, como objeto de adorno o de coleccionismo, además de los pinchos emei y del kubotan:
Yawaras cilíndricos de madera, de quince centímetros de longitud, incluyendo en sus extremos dos cabezas apomadas, y dos centímetros y medio de grosor, similares al diseño de Frank Matsuyama. Yawaras cilíndricos de madera, de quince centímetros de longitud, centímetro y medio de grosor mayor y con los extremos terminados en punta, con una anilla en el centro para pasar por ella el dedo medio. Es como si fuera un emei, pero más corto, de madera y ligeramente truncado en los lados y puntas ligeramente romas.
Yawaras cilíndricos de madera, de dimensiones más extensas que los demás, pues en su interior se esconden uno o dos cuchillos que se descubren al separar las dos mitades del yawara. (Estas armas son de origen chino). Yawaras cilíndricos de metal, de unos quince centímetros de longitud y dos y medio de tres de grosor, que en su interior esconden una fina cadena, con lo que al separar las dos mitades del yawara este queda convertido en un manrikigusari, o en un kusarifundo ninja.
Pequeños yawaras acanalados que en realidad son minicervatanas lanzadoras de minúsculos dardos que se alojan en su interior.
Kubotanes que esconden en su interior dardos de lanzamiento (shuriken), a los que se puede acceder al retirar una pequeña tapa con rosca que se encuentra en el extremo totalmente romo. Kubotanes en forma de bolígrafo metálico (con los que, con algunos modelos, incluso se puede escribir). Kubotanes terminados en ambos extremos en punta roma o puntiaguda, dependiendo del modelo, con dos o tres pinchos que surgen de un lateral, de tal forma que al agarrarse el arma sobresalgan un par de centímetros o tres por entre los dedos, a la altura de los nudillos. Como puede verse, el ingenio y la inventiva del hombre para crear nuevas armas a partir de las antiguas no conoce límite.
CONSIDERACIÓN FINAL.
No quiero acabar este artículo sin recordar una frase de Jay Gluck, escritor orientalista y experto en Karate, referente al manejo del yawara, que afirmó, parafraseando un célebre proverbio anglosajón: “su bolígrafo puede ser más poderoso que una espada, aunque usted nunca use tinta en él”.