El Maestro en el “arte de curar”

El Maestro en el “arte de curar”

arte de curar

El Maestro “Enfermero”

Conozco a Manuel Ángel Biedma desde que organizamos la primera edición de “THE BATTLE OF TOLETUM”, y la próxima edición será la sexta… mi primera impresión de él, fue como profesional sanitario. estaba allí, con todos sus instrumentos, su camilla, en un rincón, y ayudando a todo aquél que se lesionara. con el paso de los años, comenzó a impresionarme cada vez más su experiencia, sus comentarios a cada artista marcial que acudía a él durante los torneos, etc… todo aquello sin lugar a dudas salía de la experiencia de un maestro. un maestro al cual no había visto nunca en el tatami, al cual nunca había visto con un karategi, pero que sin embargo siempre estaba allí. del mismo modo que mi labor como competidor ha trascendido a la de “comunicador” y “promotor” (aunque siga compitiendo siempre que puedo), detrás de él había una historia personal que quería conocer… la historia del Maestro Enfermero.

MAESTRO… Es un nombre que obliga al que escribe a presentarse como “Maestro”… ¿yo soy un Maestro?, sinceramente creo que llamarme a mi Maestro es pretencioso y exagerado, parafraseando a un amigo al que tengo en alta estima (“Pedrete” Prieto) diré que, para ser Maestro aun me faltan 20 años de aprendizaje, pero bueno, Nacho, querías que escribiera algo para Dragonz Magazine y por mi no ha de quedar…

Mi nombre completo es Manuel Ángel Biedma Cañas Soy Diplomado Universitario en Enfermería, especialista en Psiquiatría, experto en emergencias, técnico acupuntor, hipnólogo y Sensei clase C de Shaolin Do Karate, con licencia permanente avalada por el antiguo INSEN, mis inicios como artista marcial fueron tardíos, comencé a estudiar con 25 años Taekwondo, con un Maestro coreano, Shung Hun Kim, llegue al nivel de cinturón azul pero no pude continuar mi formación por que mi Sabo tuvo problemas con su pasaporte y debió volver a Corea y yo me quedé “huérfano” hasta que en mi población se abrió un nuevo Dojo de un arte marcial del que no había oído hablar hasta entonces, el Shaolin Do Karate, (tu no eliges tu escuela, tu escuela te elige a ti) con mi experiencia en Taekwondo mi evolución fue bastante mas rápida de lo que yo esperaba y dos años y poco después ya tenia el nivel de cinturón negro… pero yo seguía con mi cinturón naranja, no quería examinarme, cada vez que me decían que debía examinarme yo contestaba que no me importaban los cinturóns, solo quería aprender (el cinturón es para sujetarse el pantalón).

Aquella situación duró otro año y medio o cosa así, en ese entretiempo participe en una gala benéfica para recaudar fondos para ANDIS (asociación nacional de discapacitados) mi Maestro me entrenó para hacer un rompimiento, algo que el mismo definió como simple, sencillito pero vistoso, cuatro ladillos con Kakato Geri… solo después de conseguir el rompimiento mi Maestro me dijo que el record nacional en esa categoría lo ostentaba un cinturón negro de Kempo Karate con tres ladrillos… ya os imaginareis como me quedé… no se si la palabra estupefacto puede definir mi estado, algunos Maestros acusaron, con sonrisa picara, de falsedad a mi Maestro dado que yo aun tenia mi cinturón naranja y, para ellos, mi Maestro les había colado un cinturón negro con una insignia falsa… aquello quedó casi como una broma y sonrío cuando lo recuerdo, pocos meses después mi Maestro, cansado de verme con el cinturón naranja me tendió una celada que yo no vi venir, aprovechando la proximidad de una exhibición en la que participaban mis compañeros (a mi nunca me gustó participar de forma activa en eventos) mi Maestro me pidió que le ayudara a preparar algunos ejercicios, sin yo darme cuenta, durante más de una hora, me pidió que le mostrara “como quedarían” todos los ejercicios encadenados “del programa de instrucción, posiciones, combate, defensas, katas… rompimientos y como golpe final un combate en una pista de obstáculos con las manos atadas a la espalda contra dos contrincantes de alto nivel, debía aguantarles dos minutos… y aguante eso justamente, a los dos minutos perdí el equilibrio y di un fuerte cabezazo contra el suelo rompiéndome un diente… cuando me desataron las manos mi Maestro me quito, con cara de pocos amigos, el cinturón naranja y me prohibió volver a usarlo, me dio su cinturón para comunicarme que debía usar el negro a partir de ese momento… aún tengo ese cinturón en mi Dojo personal y lo considero como una de mis más valiosas posesiones.

De modo que ya ves, yo nunca me he considerado Maestro, es cierto que he instruido a otros artistas marciales pero siempre me he visto a mi mismo como profesor adjunto (Sensei) de mi Maestro, y aun hoy me considero así. Tras este periplo comencé a trabajar como profesor adjunto en un Dojo recién abierto por mi Maestro en Lopera pero fue en el Omega Gym de Montoro, donde mi Maestro daba clases donde se me hizo entrega de mi cinturón negro tras lo cual quede como profesor en ese Dojo, allí comencé mi andadura como docente y desde ese día estoy muy unido a ese gimnasio y a su profesor que, hoy por hoy sigue siendo un gran amigo.

Al paso de los años he instruido a chavales de todas las edades, fuerzas de seguridad del estado y al grupo de comandos de la reina… si, comandos, pero no quisiera que os hagáis una idea equivocada sobre esto, en realidad mi relación con los comandos de la reina fue algo casual, me quede como único profesor de Artes Marciale en el Omega Gym, poco tiempo después acudió a mi un chaval que me pedía que, por favor, le ayudase pues quería, como trabajo, ser soldado profesional. Lo cierto es que me conmovió su petición de ayuda y la humildad con que la hizo y decidí enseñarle. Le entrené, junto a otros chavales, durante un año y medio antes de que se presentara a las pruebas… le presioné y le exigí lo que nunca he vuelto a exigirle a ninguno… paso las pruebas y loco de contento volvió a darme las gracias, a la semana siguiente le mandaban a campamento para la instrucción militar y entrenamiento de combate… dos semanas después volvió al Dojo, pensé que no había estado a la altura, pero su flamante uniforme decía, sin lugar a dudas decía lo contrario, no podía explicarme que en tan solo dos semanas tuviera ese uniforme… me explico que en el campamento, tras un par de días, su sargento instructor le dijo que tenia mejor entrenamiento que el que allí podían darle y le pasaron directamente al grupo de comandos, sin duda me alegre de saberlo y, debo confesar que, aquello me subió un pelín el ego, pero lo que siguió me dejo pasmado, al ver el sargento instructor la técnica de combate con cuchillo de mi alumno, recomendó a los comandos que, si les era posible, acudieran a entrenar conmigo, y, ya te puedes imaginar, allí estaba yo oyendo como mi alumno me pedía de nuevo y por favor que aceptase a sus compañeros… le dije que sí, claro, no pude hacer otra cosa, la verdad.

Aquello duró tres años en los que, de forma ocasional, pequeños grupos de comandos pasaban por el Omega Gim… y me sentí muy honrado pero, para alguien como yo, que ha decidido dedicar su vida a ayudar a los demás, contestar preguntas como “¿Cómo mato en silencio desde esta posición y con un cuchillo a esta persona?” se me hacía muy duro, soy enfermero, y fui jefe del servicio de urgencias del centro de salud donde trabajaba, tengo conocimientos extensos sobre anatomía humana y fisiología, por tanto, sé cómo poner fin al normal funcionamiento del ser humano… pero mi vocación es curar, ayudar, no me sentía bien conmigo mismo educando a otros para matar de forma eficiente, de modo que, agradeciendo mucho su confianza, les dije que lo dejaba… lo entendieron perfectamente.

Por aquellas fechas, mi amigo, el monitor de Muay Thai del gimnasio Omega Gym acudió, bastante apurado, a verme… tenía organizada una velada de combates y les había fallado el sanitario, quería que hiciese el favor de cubrir yo la velada, se ofreció a pagarme lo que le pidiera… ¿Qué clase de amigo sería yo si dejase a mi compadre en la estacada?, de modo que acepte, le dije que el dinero sobraba y que se le había acabado el problema. Cubrí la gala, cure varios hematomas, múltiples contusiones y tuve que coser a mi amigo, un codazo le abrió una ceja, al terminar de coserle un señor que no paraba de rondarnos se acercó, me felicitó y me dijo si tendría algún inconveniente en trabajar para la Federación Española de Muay Thai como sanitario, se presentó como Francisco Villalba Miraime, presidente de una de las federaciones nacionales de Muay Thai.

Desde entonces cubro combates para Muay Thai, y he visto como se han forjado grandes campeones desde sus inicios hasta la cumbre, hoy por hoy tengo el afecto, confianza y respeto de muchos de esos campeones y de sus Maestros.

Pocos años después de comenzar a cubrir combates para el Muay Thai me enteré de que mi Maestro y mis compañeros iban a participar en un Open Internacional del que no había oído hablar nunca, “The Battle of Toletum”… ¿Qué puedo decir?, no podía consentir que mis compañeros acudieran a ese evento sin tener la mejor asistencia posible y, además, mi Maestro me informó de que no había sanitario, que él supiera, para el evento… y ya hace 5 años que acudo puntualmente en febrero a cubrir “La Batalla de Toledo”, solo que ahora ya no voy solo por mis compañeros… o si, es solo que ahora tengo muchísimos mas compañeros y amigos en todas las Artes Marciales con las que me he cruzado, además de una relación de profundo respeto y amistad con el organizador del evento, el Sensei José Antonio Marín.

Siempre he visto a todos los artistas marciales como compañeros y amigos y se, a ciencia cierta, que tengo su respeto y afecto y, además, todos ellos insisten en llamarme Maestro. Nunca he comprendido por qué, de modo que, si me lo permites, volveré a el inicio de este tema… ¿Yo soy un Maestro?, eso deben decidirlo otros, yo no creo que pueda considerarme a mí mismo así nunca, y además, lo cierto es que no me hace falta serlo para ser un artista marcial, útil a mis compañeros y fiel a mis convicciones.

Para Maestro… aún me faltan 20 años (gracias por tus sabias palabras Pedrete).

Manuel Ángel Biedma Cañas.

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