El niño en la competición

El niño en la competición

niño en la competición

El niño en la competición

Nunca he visto en acción al maestro Benjamín Reyes, he de reconocerlo, a pesar de que le conozco desde hace muchísimos años.

Hemos coincidido en numerosos campeonatos, donde sus alumnos han destacado por encima de la media. eso, unido a una calidad humana ejemplar demostrada año tras año, hicieron que se ganara mi más profundo respeto. por ello le pedí que me escribiera una columna para la revista. no sabía de que escribiría y… ¿qué os puedo decir? ¡me alegro de no haberme equivocado!

Una niñita morena, pertrechada tras su casco enorme, sus espinilleras casi confundidas con un largo cinturón amarillo y unos guantes que casi tapaban todo su antebrazo escapa de la silla azul despavorida con lágrimas en los ojos.

El árbitro, su entrenador, el entrenador de la rival, con un murmullo en las gradas, consiguen convencer a la competidora para que vuelva a su puesto y comience el combate.

Y así es, comienza. Ella, guardia alta con las dos manos, la rival, con guardia media. Sale el primer guante con la derecha, como un manojo de espinacas flácidas, impactando en el casco de la contraria. “¡Un punto!”, señala el árbitro al parar el combate, que rápidamente se reanuda. El mismo guante, al mismo lugar y nueva parada para puntuar. La competidora mira a su alrededor, tal vez preguntándose si lo hace bien o si es lo que se espera de ella. Los puntos, todos iguales, van sumándose en su marcador. Busca con la mirada en el graderío del público aprovechando una nueva parada del combate. Finalizada la contienda, ella decide no esperar la decisión arbitral y abandona corriendo su lugar azul. Arrastrada de nuevo por el entrenador, vuelve al tatami donde el árbitro alza su mano como campeona del combate. En sus ojos, lágrimas. Aún no sabía qué había sucedido y qué hacía ella allí vestida con semejante indumentaria.

Estimados amigos y compañeros de las Artes Marciales, no quiero ser polémico pero sí crítico. Y aprovecho la ocasión que me brinda la revista Dragonz Magazine para compartir con todos algunas reflexiones que me hacía ayer saliendo de una prestigiosa e importante competición de Artes Marciales.

Miraba a los competidores infantiles. Y mi observación se centraba aún más en los entrenadores. Pensaba: “Categorías a partir de cinco años… tanto en formas como en armas, como en combate” Cierto estupor me inundaba poniéndome en la piel y en la mirada de esos niños que salían al ruedo (sí, he dicho ruedo). No parecían hacer otra cosa sino defender la honra, la estima y la responsabilidad de sus entrenadores. Y luego, a figurar en las fotos de la escuela y en las de la orgullosa familia. Fotos que recorrerán el mundo entero (¡Uff! La imagen del menor… este es otro tema). ¡Con cinco años! ¡Con seis años!¡con siete años! ¡con… !

Sus miradas extrañadas y ajenas me recordaban los mismos ojos de mis pacientes más pequeños cuando ejercía en el hospital de Xi Yuan en Beiging: desconcertados y temerosos. Pero en Beiging tenían un motivo: estaban enfermos. Viendo a los competidores pensaba en las razones que les habían llevado allí, a semejante situación incomprensible. No encontraba muchos motivos éticos y lícitos.

Por un momento recordé las escenas de la literatura en que los gitanos se paseaban de pueblo en pueblo con una banqueta a la que subían una cabra y la hacían moverse al terrible son de una trompeta.

Lejos de mi intención comparar a los niños con una cabra ¡por favor! Me dio la sensación de que algunos entrenadores, aun sin trompeta, buscaban lucirlos en una banqueta llamada competición. E inmediatamente después: la foto, la dichosa foto.

Un excelente equipo de pediatras, psicólogos, entrenadores deportivos y de Artes Marciales, médicos deportivos, alumnos y yo mismo, llevamos mucho tiempo estudiando algunas características del niño y las Artes Marciales cuyas conclusiones están a punto de editarse en un “manual pedagógico en Artes Marciales”. De los estudios que ya tenemos elaborados, menciono algún aspecto:

“El niño tiene solo concepto de sí mismo hasta los 7 años. No es capaz de analizar variables y solamente existe su visión del mundo…”

¿Y nosotros le pedimos que memorice y ejecute una forma en situación de estrés que es incapaz de analizar y procesar? E incluso le ponemos un arma (segura al 100% ¡espero!) para que con un objeto extraño a él mismo memorice y desarrolle unas formas (más o menos fieles a las formas tradicionales o tal vez incluso inventadas por un ingenioso “Maestro”).

Y después de todo ello, cogemos a ese niño y le lanzamos al ruedo en la aterradora soledad incomprensible de un tatami donde poner a prueba su talento mientras unos jueces aprobarán o desaprobarán su pánico a la absurda banqueta a la que le subimos los entrenadores.

“Entre los siete y los once años, el niño empieza a combinar y analizar variables ajenas a él mismo. Puede calcular distancias (de casa al colegio, por ejemplo) y entender la aplicación de las técnicas…”

Intentaba aclarar mis ideas y me preguntaba: ¿combate, cuándo? Y me di cuenta de todas las variables que debía procesar antes de contestarme: ¿tiene consideración del contrincante y del daño que puede hacer? ¿Calcula distancias y espacios? ¿Sabe aplicar con moderación las técnicas?, ¿conoce bien las “reglas del juego”… algunos entrenadores piensan, creo que erróneamente, que ponerse la vestimenta para entrenar en el Dojo y hacer competición es prácticamente lo mismo, independientemente de la edad y del desarrollo del niño. Falso. Me parece que la ciencia considera que el combate antes de los once años es, para la mirada y comprensión de un niño, algo que está fuera de sus posibilidades. No aseguro que no deba entrenarse, pero fuera del ambiente de competición (y de paso mejor con ópticas de juego sin ganadores ni perdedores).

“Entre los once y catorce años el joven deportista ya ha internalizado la imagen de su cuerpo en movimiento, lo que permite al entrenador trabajar con conceptos complejos y altamente técnicos…”

Porque… ¡menudas formas-katas complejas pedimos a veces! ¡Formas de muy alto nivel!

E insistimos en nuestro desastroso afán por las medallas, pidiendo complejas estrategias de combate completamente incomprensibles a ciertas edades. Parece que, de verdad, la complejidad está en nuestra visión de entrenadores.

En Japón (país en el que paso gran parte de mi vida), nos llevan algo de ventaja. Sus niños trabajan desde la simplicidad de las técnicas y no pasan a otras más complejas hasta que las han dominado y ¡asentado!

Seguía dando vueltas a muchas cuestiones y me ponía en la mente del entrenador:

¿Hay que forzar al niño a competir?

Y si mi alumno nunca quiere ir de competiciones o cuando va jamás tiene éxito… ¿cómo consideramos el factor competitivo y de frustración?, ¿hemos valorado el factor beneficio sobre la frustración?

Me respondía con otra pregunta: ¿es que se agotaron las motivaciones con ese niño?

¿El bueno siempre tiene que competir?

Y si tengo un alumno que ha nacido para ser campeón, lleno de talento y con unas aptitudes brillantes… Las reglas del desarrollo psicomotor en los niños no son matemáticas. En una sola competición mal enfocada se puede acabar con él. Olvidar que su emoción y su visión del mundo cambian rápidamente, seguramente, harán que el entrenador sea el perdedor absoluto en esa relación, cuando el niño abandone olvidando sus triunfos y la fe que se puso en él.

¿Entrenamos bien físicamente a los niños para la competición?

¡Ay! ¿Qué decir de ese procedimiento maravilloso para entrenar con niños (quiero pensar bien aprendido y no en articulitos científicamente baratos de las redes)? He visto muchos niños y, peor, adolescentes, rotos en primeras infancias por falta de rigor en los entrenamientos. Seguramente deberíamos evaluar y mejorar periódicamente nuestras técnicas de enseñanza. O bien, algunos preferirán revisar la afinación de su trompeta.

Pensemos, por ejemplo, si antes de los siete años pedimos a un peque que gire con corrección desde el reverso de su cuerpo, seguramente cometeremos un error. Su desarrollo psicomotor no le ha preparado aún para ese movimiento y ese espacio. Si se persiste, acabaremos con problemas en el crecimiento de sus rodillas. El entrenador no verá lesión ahora, nadie sabrá que lo hizo mal, ya veremos al niño en la consulta dentro de unos años y poco podremos hacer ya.

¿Estoy seguro del sentimiento del niño en la competición?

En mis épocas en la comisión médica del COE aprendí a valorar aquellos que nunca sacaron medallas y quedaron en la cuneta abandonados sin haber logrado jamás la ilusión del éxito. Muchos de esos, con los que aún tengo contacto, creo que son personas felices, más que los que lograron la medalla.

No entraré en el concepto moral del niño ni en su carga emocional en las competiciones… digeriré estas primeras reflexiones técnicas y, espero, volveremos a encontrarnos más adelante en estas páginas de nuestra revista Dragonz Magazine.

¡Allá cada cual con su banqueta y su trompeta! Pero, por favor, creo que es mejor tocarla en casa y no en la competición.

Y algunos venden a los clientes y familiares lo bueno de la competición, lo mucho que saben sobre los niños y su entrenamiento, lo conscientes que son del beneficio que se aporta a la infancia con las clases… Además de malos trompetistas, tal vez tengan algo de hipócritas. Pero no importa, el gimnasio tiene mil copas, cientos de campeones, mil “like” a la publicación y lo mejor: será el gimnasio de la zona que más fama y clientes tenga.

Me quedo con la sonrisa abierta de algunos niños al acabar su competición. El brillo feliz de sus ojos y el enorme abrazo (¡ese sí es para fotografiar!) que le daban a sus entrenadores antes de salir corriendo a las gradas para encontrarse con la familia. Ajenos al resultado y la clasificación corrían felices y satisfechos. A pesar del trabajo que aún tenemos con los niños, muchos ya lo están haciendo maravillosamente y me dispongo a aprender de ellos todo cuanto pueda.

Amigo y lector, ¿quieres darme una reprimenda por expresar estas anticompetitivas reflexiones? ¿Tal vez te han surgido algunas dudas con tu proceder? Sea cual sea tu opinión sobre el mundo en el que llevo trabajando hace más de 30 años, ¡bienvenido a la realidad de los niños!

Benjamín Reyes
Karatedo Gensei Ryu SEIDOKAI

 

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