A lo largo de mis 46 años en práctica constante en las artes marciales, he visto como estas se fueron transformando y derivando en múltiples caminos. Tal vez todos válidos, conformando aún más amplio el abanico de la diversidad. No digo ni mejores unas, ni peores otras. Digamos simplemente diferentes.
Pero ¿Qué nos queda de aquellas que se identifican como tradicionales o genuinas? – ¿Dónde caben encajar estas otras que no fueron probadas en campos de batalla real, sino en un simple escenario deportivo? – En mi opinión, sobre los gustos no hay nada escrito. Tal vez esa sea la verdadera riqueza que ofrecen las artes marciales, que haya un sistema para todos los gustos.
Algunos nostálgicos, donde yo mismo me incluyo, preferimos las antiguas enseñanzas, pero estas no quiere decir que sean mejores ni peores que las demás disciplinas, simplemente un punto de vista y de entender las artes marciales desde otra perspectiva.
¿Qué son las artes marciales en definitiva?- No son más que el arte de la supervivencia, y cada cual se busca la mejor manera de sobrevivir, o sobrevives o mueres en el intento.
¿Son estas lo suficientemente eficaces para la supervivencia hoy en día? – Sí. En tanto y cuando la supervivencia se entienda desde el plano horizontal que nos muestra la vida. No siempre el peligro está en el supuesto agresor, a veces está en nosotros mismos y nuestros defectos, en los problemas cotidianos que sufrimos a diario, en aquellos que por algún motivo nos torturan y nos causan dolor. Las artes marciales no solo están enfocadas a los puñetazos y patadas, ni tan siquiera en su estética de movimiento. Las artes marciales tienen su faceta mental y hasta espiritual, cosa que se fue perdiendo por el camino en el transcurrir de los años.
Ningún sistema es totalmente inútil, todos se pueden complementar. Aquellos que ofrecen un espectáculo más acrobático, no dejan de enseñarnos a movernos con agilidad, a mantener un cierto grado elevado del equilibrio y destreza corporal. Aquellos que nos enseñan el manejo de las armas ya extintas (Kobudo), nos enseñan el respeto que se les debe a las armas, a controlar su peligro y hasta ver que desaparece el temor al tenerlas cerca. Así mismo, aquellas que ofrecen un mayor contacto, nos enseñan a encajar los golpes reales, y si son aquellas que optan por el semi-contacto, nos enseñan a controlar la potencia del golpe. Todas son útiles y todas se pueden complementar unas con otras. La supervivencia no depende más que del grado de preparación que tenga cada cual, tanto en lo físico, como en lo mental o espiritual. Aceptar la muerte, no es más que conocer de cerca la vida que pretendemos defender. Vence tus males y tendrás más opciones para vencer aquel que quiera hacerte daño.
Muchos contamos los años que comenzamos la práctica en un Dojo. Pero para hacer justicia a la verdad, emprendemos este largo camino de práctica, desde el momento de nuestro nacimiento.
Comienza la vida y empieza la supervivencia, sólo que a lo largo de nuestra existencia, intentamos mejorar y perfeccionar las técnicas de sobrevivir.
Si hablamos de las artes marciales más contemporáneas y para los tiempos que vivimos, el pensar en las artes marciales como único sistema de supervivencia, defensa y ataque, es como pensar desde una óptica ciega a la realidad. Ya que entiendo que bajo el enorme universo de la defensa personal, solo se enseña una mínima parte de la misma. Los que se inician en esta práctica, solo lo hacen desde el punto de vista físico, pero no basta con tener cierta destreza corporal, ni tan siquiera una elegante técnica. Es preciso cultivar la mente y prepararla para la dura batalla que nos espera fuera, en una confrontación real. Hablo de psicología, hablo de valor, hablo del entorno, hablo incluso de nuestras propias limitaciones, miedos y prejuicios, y hasta de nuestro estado anímico en que nos podamos encontrar en el momento de sufrir una agresión.
Todos estos factores no son asignaturas pendientes en ningún Dojo hoy en día. La gente solo piensa en cultivar el cuerpo, mientras dejan dormir la mente.
Hablamos entonces de BUDO, más que de BUJUTSU.
Entonces surge la pregunta:
¿ES NECESARIO SER ARTISTA MARCIAL PARA SER UN BUDOKA?
¡No! más bien debe ser uno un buen Budoka, para ser un buen artista marcial.
El término “BUDO” va más allá de la defensa o ataque. Budo es un sentimiento, una forma de vida. Es tener unos principios, unos valores de ética y moral; es compromiso, autodisciplina, libremente aceptada, no impuesta. Budo no es tan siquiera un deseo, es una vivencia. El Budo tal vez se puede compartir, más no prestar. Es único y para sí mismo. Nada que demostrar a nadie, nada por lo que impresionar a nadie. Budo es lo que es, se vive o no se vive, se siente o no se siente. No aparenta ser, simplemente ¡ES! Por eso no admite hipocresía, ni medias tintas, es para sí mismo, se toma, no se pide.
Todo lo demás es un efecto “Fata Morgana”, una ilusión. Ni tan siquiera un sueño, Budo es pasión. El Budo nace y se desarrolla en uno mismo, no se impone. Un Budoka no se dice a sí mismo soy Budoka, son los demás que deben decir: ¡eres Budoka!
El Budo admite la abnegación, sin ella no se puede sentir el Budo.
Para concluir hablaré de mí mismo, y del como siento yo el Budo (tarea difícil hablar de sí mismo).
Comencé la práctica de las Artes Marciales en el año 1972, a la edad de 12 años. En competición me inicié en el año 1973. Fui un mal competidor, nunca se me dio bien.
Decidí centrarme en mi papel de preparador de competidores, en esta nueva etapa, conseguí que uno de mis alumnos consiguiera varias veces el título de campeón de Europa, subcampeón del mundo y medallista olímpico (hablo de uno de ellos). Campeona de Alemania otra de mis alumnas , y de mi esposa, que también fue campeona de España. Varios títulos nacionales de otros de mis alumnos. Esto no tiene ningún mérito, si ellos no hubiesen puesto toda la carne en el asador y hubiesen dado todo de sí mismos. Fui miembro del grupo de profesores en la Escuela de Alto Rendimiento en Leverkusen, lo que me permitió llevar a muchos de mis alumnos a competiciones de alto nivel. Pero esto no es la cuestión que quiero destacar aquí, sino la experiencia de asistir a múltiples campeonatos y torneos a lo largo de mi carrera como docente y preparador. Es ahí donde he visto muchas veces reflejado ese sentimento de Budo.
En más de un competidor, he visto felicitar de corazón y entusiasmo a su rival vencedor. A otros he oído dándole gracias a su rival ganador, por permitirle haber luchado con él.
Otro más que decía: “Ahora me doy cuenta que he luchado con uno de los mejores. Me has ganado muy dignamente”.
Sorprendentemente uno se da cuenta que los valores del Budo han merecido la pena transmitirlos, porque nadie lo diría a juzgar por los golpes que reciben y proporcionan a sus rivales de juego. Al finalizar del combate, el saludo es muestra de respeto, este saludo es de amistad verdadera, de haber disfrutado del triunfo como de la derrota con la misma alegría. Muchas veces he visto pedir perdón por el daño causado, he visto felicitar al vencedor por aquel que fue derrotado, he visto Budokas que saben encajar los golpes como supieron encajar la derrota y el triunfo de la misma manera.
Budo es eso… Sobreponer la amistad por encima de su reputación. Sin un falso orgullo, sin temor al ridículo, sin temer al qué dirán o sobre guardar su estatus y privilegio artístico. Aquí solo cabe un sentimiento: la del hombre por el sentimiento humano. La de vencerse a sí mismo, más que desear vencer a su rival. Así entiendo yo el Budo.
Gracias a la revista Dragonz Magazine por darme la oportunidad de expresarme.